Introducción
Estimados
colegas, para un uruguayo que vive hace treinta años radicado en
Alemania no es fácil escribir en español sobre un tema
especializado
y más teniendo la intención de decir algo que pueda
servir
de orientación en un marco cultural específico como es el
de Latinoamérica y en especial el de Colombia. A esto se
añade
la dificultad del tema mismo de este congreso. La cultura digital
está,
como Uds. saben, en sus comienzos y es tan difícil pronosticar
su
desarrollo en los próximos años, ni que hablar del
próximo
milenio, como lo hubiera sido en el siglo XVI con respecto a la nueva
técnica
inventada por Gutenberg y a la cultura o mejor dicho a las diversas
culturas
de lo impreso a las que dió lugar. Por otro lado no es
recomendable
entregarse al futuro como a algo que adviene mecánicamente, ya
que
si bien no podemos saber con certeza el desarrollo de las acciones
humanas,
tenemos sí la posibilidad de fabricarnos técnica- y
culturalmente
dentro de un "programa de existencia", como lo dice Ortega y Gasset en
su libro Meditación de la técnica basado en un
curso
desarrollado en el año 1933 en la Universidad de Verano de
Santander
y publicado luego en La Nación de Buenos Aires (Ortega
1965).
Eso que llamamos nuestra vida no es ni más ni menos que un
proyecto.
Ortega
distingue tres estadios de la técnica: la técnica del
azar,
la del artesano y la del técnico. La pólvora, la
imprenta,
la brújula y el compás son los inventos que unen al
hombre
con lo distante, los que posibilitan una actio in distans.
Refiriéndose
a la imprenta escribe Ortega que ella pone en contacto
"al
individuo solitario, ensimismado, con esa periferia infinita ‒ en
espacio
y tiempo, infinita en el sentido de no finitos ‒ que es la humanidad de
posibles lectores" (Ortega 1965, p. 71)
Leyendo
esta frase desde la perspectiva de la Internet salta a la vista el
cambio
de paradigma cultural producido por esta otra técnica, la de las
redes digitales, que tienen la posibilidad no sólo de conectar
al
"individuo solitario" con una periferia infinita de lectores, sino
también
de comunicar a los individuos mismos, transformando autores y lectores
en participantes virtuales de un diálogo y de una acción
común a la que podríamos llamar actio digitalis in
distans.
La imprenta fue, en otras palabras, una forma entre otras de actuar a
distancia.
A diferencia de la red telefónica, la Internet permite no
sólo
una relación interindividual (de uno a uno), o, como los medios
de comunicación de masa, una relación de uno a muchos,
sino
también una acción comunicativa de uno a muchos, de
muchos
a uno y de muchos a muchos.
Al
fin de su Meditación contrapone Ortega las
técnicas
de Occidente o de "Euramérica" a las "técnicas del alma"
del Asia, y termina con esta frase:
"Desde
hace años sueño con un posible curso en que se muestren
frente
a frente las técnicas de Occidente y las técnicas del
Asia."
(Ortega 1965, p. 95)
Tal
vez
sea así, que la cultura digital ofrezca la posibilidad de
realizar
este sueño Ortegiano, no tanto en el sentido de un "frente a
frente",
sino más bien de una nueva técnica que no contraponga,
como
las técnicas modernas, el dominio de lo material, cristalizado
en
la máquina al servicio del proceso industrial, a las
técnicas
espirituales, sino que transforme la vida del hombre en su totalidad.
En
este caso la cultura digital es algo así como un proyecto vital
en el que la "técnica del técnico", cristalizada en la
figura
del ingeniero, cambia en dirección a lo que hay llamamos
ingeniería
del conocimiento pudiendo operar conjuntamente como técnica del
espíritu o por decirlo en términos menos idealistas, como
técnica de software.
Lo
que acontece entonces es la conciencia más clara de que desde
nuestros
mismos comienzos hemos estado abiertos a posibles cambios mediales. Con
este último término quiero señalar que una
peculiaridad
de nuestra situación en el mundo, a diferencia de otros seres
vivientes,
es justamente el no estar fijados evolutivamente a un programa y a un
medio
de comunicación determinados. Tomamos también conciencia
que las técnicas intelectuales no están separadas de las
técnicas materiales, y aún mas, que la
tecnificación
del saber, de su estructuración, desarrollo y
comunicación
es condición de posibilidad de todas las otras técnicas,
tanto de las "modernas" como de las del "alma" (Capurro 1995).
Naturalmente
no estoy diciendo con esto que el informático es ahora no
sólo
el sustituto del ingeniero, sino también del filósofo o,
aún más, del sacerdote. Tomo el término software
no en el sentido técnico utilizado normalmente, sino en un
sentido
más amplio para indicar una forma de estructurar, desarrollar y
comunicar el saber que ofrece posibilidades específicas de una actio
digitalis in distans no realizable de esta manera en otros
medios.
Por
cierto que cada medio es capaz, dentro de su propia modalidad, de
simular
e integrar a los demás. Baste pensar en la simulación de
un diálogo hablado en un diálogo escrito. Esta fue
justamente
la forma Platónica de mostrar la identidad y la diferencia entre
ambos medios. Es así entonces que cada medio puede decirlo todo
por no de forma total. O, para expresarlo con una compacta
fórmula
latina: totum sed non totaliter. El cambio de medio significa
necesariamente
una pérdida y una ganancia de cualidades específicas.
Esto
es lo que indicamos con el término artificial. Para que
algo
pueda ser cualificado de artificial es necesario realizar un cambio ya
sea con respecto a la sustancia y/o a los procesos de lo que se pone
como
"original" y con respecto a lo cual justamente se pretende crear una
diferencia,
como lo indica el investigador italiano Massimo Negrotti en su libro The
Theory of the Artificial (Negrotti 1999).
El
paradigma o "proyecto vital" de la cultura digital no por ser universal
o global es menos artificial que el de la imprenta con sus quinientos
años
de desarrollo o que el de la escritura en general y ni que hablar del
lenguaje
humano mismo. A diferencia del paradigma de la imprenta, el paradigma
digital
permite trasponer cierto tipo de cualidades de la comunicación y
acción humanas que hasta ahora se realizaban por otros medios
con
sus limitaciones en el plano temporal y espacial. Lo que hasta ahora
era
artificial, por ejemplo un texto impreso, respecto por ejemplo a la
oralidad,
pasa a su vez a ser un "original" transformado artificialemente en el
medio
digital. Esto tiene consecuencias muy amplias. Pensemos por ejemplo en
las cualidades espacio-temporales de la comunicación oral y en
la
capacidad específica de la escritura de mantener y transformar
artificialmente
lo dicho en forma distinta a lo que logramos por ejemplo con la memoria
y en lo que sucede cuando lo impreso se pone a disposición de
los
usuarios en una biblioteca digital. Y pensemos también en las
transformaciones
radicales de todo el sistema de adquisición y transmisión
del saber, tanto en el campo de la educación y de la
investigación
científica como particularmente en el de la economía,
donde
el tema de la administración y creación de los
conocimientos
(knowledge management y knowledge creation) juega
actualmente
un papel preponderante en la reorientación de las empresas
frente
al desafío de la cultura digital.
En
un profundo y erudito estudio con el título Histoire et
pouvoirs
de l'écrit señala Henri-Jean Martin que la
aparición
de la escritura hace unos 5000 años cierra el período de
la revolución neolítica, que data de unos 10.000
años.
Esta última revolución fue ayer, la de la escritura es
hoy
(Martin 1988, p. 19). El desarrollo de los medios de
comunicación
en los últimos doscientos años, como quien dice hace diez
minutos, transforma a su vez radicalmente la cultura de la imprenta, y
más allá de ella, la base de las actividades humanas en
general.
Los medios de comunicación se muestran progresivamente como
fundando
a los medios de producción. Esta ha sido, a mi modo de ver, una
de las grandes lecciones de la historia de la segunda mitad del siglo
XX.
Pero
retornemos a los problemas más prosaicos de un uruguayo radicado
hace treinta años en Alemania que intenta reflexionar sobre las
perspectivas de una cultura digital en Latinoamérica. En octubre
de 1997 la UNESCO organizó un foro virtual sobre ética de
la información (UNESCO 1997) como preparación al "Segundo
Congreso Internacional de la UNESCO sobre los desafíos
éticos,
legales y sociales del ciberspacio" que tuvo lugar en Mónaco
un año más tarde (UNESCO 1998). Uno de los temas
discutidos
en el foro fue "Pobres y ricos en información" que yo tuve el
honor
y también el gusto de moderar. Entre los participantes de este
grupo
se encontraba Daniel Pimienta, quien es Presidente de FUNREDES
(Fundación
Redes y Desarrollo), una organización no gubernamental con base
en Santo Domingo, República Dominicana. Fue así como
comencé
a hacer mis primeras experiencias con un foro internacional, trabando
contactos
en la red con colegas de diversos países y culturas con
inquietudes
e intereses similares. A través de FUNREDES conocí
también
las actividades de un proyecto de esta organización denominado
MISTICA
(Metodología e Impacto Social de las Tecnologías
de la Información y de la Comunicación en
América)
en cuya ciberoteca he encontrado interesantes documentos sobre el
desarrollo
de la cultura digital en Latinoamérica. A esto se añade
también
la participación en la lista de correo electrónico de
este
proyecto con colegas que viven y crean día a día una
cultura
digital en Latinoamérica. Daniel Pimienta me puso en contacto
con
Ricardo Gomez del International Development Research Centre en
Canadá
y este a su vez me recomendó los trabajos del periodista
mexicano
Raúl Trejo Delarbre. Toda una red de relaciones que, como Uds.
pueden
apreciar, se va abriendo día a día, facilitada por el
medio
digital pero también produciendo sus frutos en experiencias cara
a cara como en este congreso.
Por
supuesto que el tema que me he propuesto abordar es extremadamente
amplio
y complejo, no sólo en lo que respecta a las nacientes culturas
digitales en Latinoamérica sino también a la diversidad
de
su historia y proyectos vitales. Quisiera por eso hablar más
bien
de "una" y no de "la" cultura digital. Con ello quiero indicar que el
artículo
indefinido permite abordar una posible diversidad y se contrapone por
ejemplo
a la idea de importar la preexistente cultura digital, teniendo
en cuenta que la cultura anglosajona en general y la norteamericana en
particular juegan un papel preponderante en el desarrollo de la
Internet.
También la cultura del libro pasó a ser patrimonio de la
humanidad incorporándose de diversas formas en tradiciones
mediáticas
preexistentes, a pesar de haber estado en sus comienzos al servicio de
actividades hegemoniales europeas. El mestizaje cultural en el cyberspace
es uno de los fenómenos culturales mas fascinantes del mundo
actual,
tanto en sus formas positivas de diferenciación y de mutuo
enriquecimiento
como en las negativas de homogeneización incluyendo a veces
políticas
digitales de tipo proteccionista o isolacionista.
La
teoría de los medios nos ha permitido reflexionar en los
últimos
años no sólo sobre las cualidades y potencialidades de
los
diversos medios, sino también sobre su predominancia y einraice
cultural así como sobre los conflictos y oportunidades de la
penetración
de nuevos medios en diversos contextos. Pensemos por ejemplo en el
impacto
de la televisión en las culturas musulmanas o en el de la
imprenta
en culturas orales. Es interesante observar cómo la Internet
juega
un rol preponderante en los países del norte de Europa, mientras
que los italianos por ejemplo usan masivamente el teléfono
celular.
En el análisis que sigue voy proponer dos temas a su
consideración.
Por un lado voy a abordar el tema de una cultura digital partiendo de
algunos
resultados empíricos. En segundo lugar quisiera referirme al rol
de las bibliotecas públicas en una cultura digital y a lo que
podemos
llamar con Ortega la "misión del bibliotecario" (Ortega 1976).
I.
Experiencias y proyectos latinoamericanos de tecnología de
información
Antes
de presentar algunos datos sobre el desarrollo de la Internet en
Latinoamérica
quisiera destacar dos eventos recientes. Se trata por un lado del Simposio
Latinoamericano y del Caribe: Las tecnologías de
información
en la sociedad. Uso e impacto presente y futuro que tuvo lugar en
Aguascalientes
(México) del 13 al 15 de octubre de 1999 y que fue organizado
por
el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e
Informática
(INEGI) de México y el Programa Intergubernamental de
Informática
de la UNESCO (Simposio 2000) y por otro del Primer Foro 2000 en
torno
a la sociedad de la información con el tema "Desafíos
en la Sociedad de la Información en América Latina y
Europa"
que tuvo lugar del 19 al 21 de enero del 2000 en Santiago de Chile y
que
fue organizado por el CREPAC (Centro Regional de Educación
Permanente
y Acción Cultural de Aquitania) y su eslabón
latinoamericano
el UNICOM (Foro 2000). Estos simposios indican tanto la importancia
creciente
de la cultura digital en Latinoamérica así como tambien
el
alto nivel teórico alcanzado.
En
un artículo que lleva el título The Hall of Mirrors
of
Internet in Latin America señala Ricardo Gomez que la
Internet
en Latinoamérica ha crecido un 100% entre 1997 a 1999, siendo
usada
por más de de 5 millones de personas, lo que significa un 1.5%
de
la población de esta región y un 5% de los usuarios a
nivel
mundial que serían actualmente unos 165 millones (Gomez 2000).
Es
de tener en cuenta además que la mayoría de las
páginas
en la Internet - un 83% de alrededor de 800 millones - están en
inglés y son de carácter comercial mientras que las websites
en español están en un período incipiente. El
periodista
y sociólogo mexicano Raúl Trejo ha publicado
estadísticas
detalladas al respecto (Trejo 1999). Trejo indica la falta de
políticas
estatales para la promoción de una cultura digital, siendo
así
que el costo de los servicios de conexión, el de los equipos de
cómputo y el de la capacitación de los usuarios son
vistos
como las tres barreras más importantes para el uso de la red.
Sin
ello tampoco es posible crear sitios web con información
autóctona,
algo que, como veremos, es también recalcado como una necesidad
vital por otros investigadores latinoamericanos. Finalmente indica
Trejo
que si bien la cultura digital es una cultura global es necesario
instalar
accesos locales en sitios públicos.
Esto
último nos abre al tema de las bibliotecas digitales que
trataré
más adelante. La pregunta clave es, claramente, el saber hasta
qué
punto la Internet es un lujo en Latinoamérica, o, para decirlo
cambiando
una fórmula conocida: primum vivere et deinde computare.
¿Conexiones o comestibles? Esta es una falsa alternativa sobre
todo
si pensamos que el desarrollo del comercio mundial va justamente en
dirección
hacia una economía digital. Esta pregunta debería
más
bien abrir el campo de una reflexión y de una acción
mucho
más compleja que tome conciencia del enraizamiento de distintos
medios de información, publicación y comunicación
en distintas culturas y en situaciones locales concretas. En otras
palabras,
la cultura digital no es sólo parte de la solución, sino
también parte del problema. Todo medio de comunicación
abre
posibilidades específicas y cierra otras, propias de otros
medios.
Ningún medio, como decíamos al comienzo, es absoluto. Al
comienzo de una revolución cultural hay incertidumbre y
desorientación.
Mientras unos tienden a quedarse apegados a un status quo otros
se hacen profetas de un paraíso terrestre en el porvenir. Estas
son, nuevamente, alternativas y perspectivas falsas.
Es
interesante ver que tanto Gomez como Trejo hacen uso de varias
metáforas
al hablar de la Internet y se refieren en especial a tres creaciones
literarias
de Jorge Luis Borges: La biblioteca de Babel, El libro de
arena
y El Aleph. Trejo habla también de la Internet como de
una
"alfombra mágica" o de una "torre de Babel" y Gomez de un
"cuarto
de los espejos". Hay algo común en estos cuentos e
imágenes:
es el sentimiento de encontrarse en una situación compleja, no
tanto
en una red sino más bien en un enredo infinito de relaciones
que,
como "el libro de arena", no tienen ni principio ni fin. El desconocido
que intenta vender "el libro de arena" dice a su posible comprador que
ojea al azar distintas páginas: "Mírela bien. Ya no la
verá
nunca más" (Borges 1984: 96). El comprador busca de nuevo
vanamente
una pequeña ilustración, "un ancla dibujada a la pluma,
como
por la torpe mano de un niño".
Pero la búsqueda
inútil
lo desconcierta aún más. No hay posibilidad de fijar o
anclar
lo encontrado. Al intento de retener el índice con el dedo
pulgar
y de pasar a la primera página fracasa porque siempre brotan
nuevas
páginas. ¿Cómo no pensar aquí en la
Internet
y en las técnicas reticulares del hypertext, sin primera
ni última página y en esas frágiles "anclas" que
curiosamente
se les llama en inglés bookmarks como queriendo recordar
vanamente el carácter de permanencia de lo impreso, así
como
en lo que sería aparentemente la primera página o la
primera website indicada por, digamos, una búsqueda en Altavista?
Ustedes conocen también La biblioteca de Babel con su
número
infinito de libros y su catálogo de catálogos, una
biblioteca
que en último término puede reducirse a un libro
con
páginas infinitamente finas y cuya página central no
tendría
reverso! Estas imágenes recalcan la necesidad urgente de una
orientación
cultural que si bien es de carácter eminentemente social
debería
estar acompañada, no dominada, por una política estatal.
Aquí es donde creo que las bibliotecas públicas pueden
jugar
un rol importante, ya que tienen una gran tradición y
experiencia,
cuya influencia cultural durante siglos es indiscutible.
Trejo
se formula diversas preguntas que él ve como objeto de una
discusión
urgente en vistas a una cultura digital en gestación. Ellas
son:
"-Las
estrategias de comunicación y las infraestructuras,
¿qué
tan lejos pueden y deben facilitar la producción local y el
intercambio
sur/sur?
-¿Quién,
si es que alguien, debería controlar la generación y
el
flujo de información a través de un sistema cuya
transparencia
tecnológica funcione en contra los regímenes de
información
altamente regulada por los gobiernos en muchos de los países
más
pobres?
-¿Cómo,
si es factible, puede ser ubicado este enfoque en los planes de negocios
de las industrias globales de comunicación, conocidas
extensamente
en el flujo norte-sur de programación para la radio y TV,
libros,
tráfico de telecomunicaciones, aprendizaje e intervención
especializada?
-¿En
qué magnitud amenaza ese flujo a las cultura
frágiles?
-¿Cómo
pueden ser protegidos los derechos de propiedad intelectual del
conocimiento
autóctono?" (Trejo 1999)
Trejo
propone a continuación una serie de problemas socio-culturales
que
conciernen lo que hoy llamamos una ética de la
información.
Son éstos por ejemplo el problema de la censura, el correo
chatarra,
la encriptación de mensajes, la desorientación y
perplejidad
provocada por la inmensa variedad y calidad del material accesible en
la
red y la comercialización que lleva consigo la creación
de
nuevos tipos de relaciones de trabajo con consecuencias fundamentales
para
la vida en muchas regiones del mundo.
Estos
son problemas y temas tratados a nivel internacional en el ya
mencionado
foro de la UNESCO así como en el "Segundo Congreso de Etica
de
la Información" organizado por la UNESCO en 1998.
Basándose
en particular en los artículos 19 (libertad de opinión y
expresión) y 12 (respecto al ámbito privado) de la "Declaración
Universal de los Derechos Humanos", UNESCO propone crear una
cultura
digital en basada en estos principios que lleve a un fortalecimiento de
la participación democrática. UNESCO propone
además
una serie de medidas concretas para poner en práctica estos
objetivos
en el marco de organizaciones internacionales. Entre estas no
está
de más mencionar el trabajo del "Observatorio sobre la
sociedad
de la información" con un boletín semanal de noticias
en español, francés e inglés (UNESCO: Observatory)
el cual está estructurado de la siguiente manera:
- Globalización
de la sociedad de la información
- Area
privada
y confidencial
- Regulación
de contenidos
- Acceso
al area pública
- Multilingüismo
En el
capítulo 17 del World Communication and Information Report
1999-2000
de la UNESCO se encuentra también un informe detallado sobre la
situación de las tecnologías de la información en
Latinoamérica y el Caribe (UNESCO 1999-2000).
Permítanme
que aproveche esta oportunidad para comunicarles que en 1999
creé
un "Centro Internacional de Etica de la Información"
(ICIE
= International Center for Information Ethics) con el objetivo de
conectar
a los colegas que trabajan en este campo en el plano académico.
Este centro colabora con las universidades de Long Island y de Yale,
siendo
esta última quien hace el espejo del ICIE en los Estados
Unidos.
Entre
los esfuerzos latinoamericanos para el desarrollo de una cultura
digital
quisiera acentuar la acción de FUNREDES. Esta fundación
actúa
desde 1988 y está dedicada a la diseminación de las
nuevas
tecnologías de la información y comunicación,
orientada
hacia los usuarios y los contenidos. Su metodología conecta
intimamente
el trabajo conceptual a la práctica. Ha creado tres redes
nacionales
de investigadores en Perú, República Dominicana y
Haití,
facilitando la creación de redes nacionales así como la
organización
de comunidades virtuales. Un objetivo principal de investigación
es el del impacto de las nuevas tecnologías a los niveles
socio-culturales
y lingüístico. FUNREDES apoya también especialmente
la creación de una cultura de democracia participativa apoyada
en
las nuevas tecnologías (FUNREDES 1999).
En
su Diagnóstico Internet en América Latina y el Caribe
Daniel Pimienta indica que su objetivo es analizar la capacidad propia
de estos países de utilizar la Internet para promover sus
propios
recursos, productivos y servicios de información en vez de
analizar
la Internet puramente como recurso e acceso a la información de
los países del Norte. Basado en esto Pimienta diferencia
entre:
"un@
usuari@ poco capacitad@ que surfea el web, participa en chats y termina
siendo un@ consumidor@ global y un@ usuari@ conciente y capacitad@,
capaz
de organizar su comunicación, pertenecer a comunidad virtual,
buscar
información, y termina siendo un@ productor@ y agente del cambio
de paradigma." (Pimienta 1999)
Pimienta
pone como ejemplo de una cultura digital "consumista" a la
República
Dominicana, donde tres proveedores de servicios Internet son al mismo
tiepo
los tres operadores de telecomunicación, con una red
académica
principiante y un gran número de usuarios (unos 50.000)
surfeando
el web del Norte. Esta situación la contrapone Pimienta
a
la de Haití, con cinco proveedores de servicios Internet,
distintos
del operador de telecomunicación, un número de usuarios
del
orden de 5000, con un número de servidores superior al de la
República
Dominicana y una red académica que ha logrado conectar a los
estudiantes.
Desde un punto de vista social o cultural, el estado de la Internet en
Haití es mejor que el de la República Dominicana!
Pimienta
señala lógicamente la necesidad de lo que
podríamos
llamar una política para el desarrollo de una cultura
digital
"productiva" "con visión al desarollo basada en objetivos
nacionales
y regionales y apoyada en los esfuerzos de capacitación
apropiado."
(Pimienta 1999)
FUNREDES
ha lanzado un proyecto de dos años denominado MISTICA ("Metodología
e Impacto Social de las Tecnologías de
la Información
y de la Comunicación en América) que
tiene
como objetivos el fortalecimiento de los actores sociales en lo que en
este congreso llamamos una cultura digital así como la
experimentación
de una metodología para comunidades virtuales.
Raisa
Urribarrí, profesora de la Escuela de Educación de la
Universidad
de Los Andes (Venezuela), presentó en una reunión de este
proyecto que tuvo lugar en Samaná del 11 al 16 de abril de 1999
un diagnóstico de los usuarios de la Red Académica de la
Universidad de Los Andes (Venezuela), señalando en particular
que
de los 3222 docentes-investigadores de la ULA, aproximadamente la
cuarta
parte, es decir unos 760 usuarios, tiene una conexión regular al
sevicio, con una frecuencia de uso semanal (Urribarrí 1999). El World
Wide Web y el correo electrónico son los
recursos más
utilizados. En la investigación son sobre todo la
comunicación
con colegas (70%) y la búsqueda de información (68%) el
tipo
más frecuente de utilizacion de la RedULA, mientras que en la
docencia
domina la comunicación con los estudiantes en postgrado (52%) y
el uso de materiales tomados de Internet (33%) no habiendo cursos en
remoto.
Un 57% utiliza la red para relaciones privadas, und 20% para
entretenimiento
y und 16% para hacer compras.
Entre
los factores que dificultan el uso de la red figura en primer lugar la
imposibilidad de conectarse a la red local o de obtener una
línea
telefónica (86%), así como la falta de equipos. Como es
de
esperar en un medio académico la falta de entrenamiento no
figura
como un factor de dificultad. Evidentemente que el hecho de tener
acceso
gratis a la red utilizando el servicio universitario figura como un
factor
decisivo para su uso. El estudio muestra que en este ambiente
sofisticado,
los usuarios activos son una elite académica concentrada en la
ciudad
de Mérida la cual a su vez utiliza la red mas bien en el sentido
de receptor de información. Entre las recomendaciones de la
autora
figura la necesidad de un programa para promover el uso productivo de
los
recursos digitales, asi como la creación de un servicio
cooperativo
de valor agregado poniendo a la disposición de los usuarios
locales
y del resto del mundo información nacional, regional e
internacional
sobre esta área. Es en este marco donde podemos ubicar en primer
lugar la función de las bibliotecas digitales.
La
Internet está cambiando en forma acelerada todos los aspectos de
la vida económica, social y cultural. Hay todavía pocos
estudios
sobre lo que yo llamaría el estudio comparado de sitios del
ciberespacio
bajo un punto de vista cultural. Esto se refiere a la forma cómo
culturas locales - por ejemplo ciudades, regiones, países, pero
también individuos, empresas, grupos - se presentan en la red
destacando
sus peculiaridades culturales por ejemplo a través del lenguaje,
los colores, los símbolos etc. Este tipo de estudios
debería
mostrar no sólo diversos tipos de mestizajes culturales sino
también
la apertura y la porosidad intercultural así como
también
la persistencia de prejuicios, preferencias e intereses. Este tipo de
estudios
podría mostrar también, de qué forma los
conflictos
políticos y culturales se reflejan en la Internet y qué
tipo
de problemas genera este espacio que recubre por así decirlo la
estructura de límites geográficos, culturales y legales
cuya
delimitación ha determinado la historia de la humanidad desde
sus
comienzos.
Se
trata entonces de algo que incluye pero va más
allá
de la pregunta acerca de si existe o no por ejemplo una forma
específicamente
latinoamericana de usar la red como se pregunta Ricardo Gomez (Gomez
2000).
Gomez destaca a la Red Científica Peruana (RCP), creada
en
1991, y al Instituto Tecnológico de Monterey (TEC)
(México)
como dos ejemplos del desarrollo de la cultura digital en
Latinoamérica.
Es evidente que los condicionamientos técnicos y
económicos
están a la base de las dificultades que surgen por ejemplo
cuando
instituciones educativas - Gomez menciona la Universidad Javeriana en
Colombia
- intentan valerse de las nuevas tecnologías para fines
educativos.
Sin embargo pueden verse también grandes esfuerzos en
países
como Brasil, Argentina y Chile para promover un uso social generalizado
de la Internet.
II.
La misión de las bibliotecas en una cultura digital
Es
en
este momento que podríamos decir de gestación de la
cultura
digital en Latinoamérica donde la creación de bibliotecas
digitales podría y debería jugar un rol ejemplar. Los
bibliotecólogos
y documentalistas tienen no sólo una larga tradición de
conocimientos
y técnicas para la adquisición, el ordenamiento, el
almacenamiento,
la búsqueda y la trasmisión del saber, sino que poseen
también
una amplia red de instituciones que va desde las grandes bibliotecas
nacionales
hasta las pequeñas bibliotecas públicas pasando por todo
tipo de bibliotecas especializadas y centros de documentación.
Visto
así, la creación de una cultura digital en
Latinoamérica
se presenta como una tarea urgente y fascinante a la vez, que depende
no
sólo de directivas gubernamentales, sino especialmente de
iniciativas
de base destinadas a crear diversos tipos de redes y servicios que
promuevan
la integración cultural, económica y política de
toda
la región posibilitando el entrelazamiento de comunidades
más
allá de las distancias geográficas que en el caso de
Latinoamérica
son particularmente notorias. En vez de ser una fuente de peligro que
agrave
las diferencias entre los pobres y los ricos en información ‒
una
diferencia que tiene que ver no sólo con el acceso sino
fundamentalmente
con la producción de información digital como nos lo
decía
Daniel Pimienta ‒ una cultura digital
enraizada en instituciones
sociales
de larga trayectoria como son las bibliotecas podría ser un
factor
importante para el cambio social y el desarrollo democrático en
toda la región.
Una
tarea importante de las bibliotecas públicas es la de ofrecer la
oportunidad de uso gratuito de la Internet, de modo que las barreras
económicas
y técnicas que vienen siendo el principal obstáculo de
desarrollo,
puedan ser superadas. Pero esto es, claramente, sólo una
perspectiva
parcial que se vuelve "consumista" si se la promueve aisladamente. Lo
importante
es el desarrollo masivo de fuentes culturales y de iniciativas sociales
por parte de comunidades locales, pudiendo estas servirse del know-how
y de la infraestructura de los centros bibliotecarios existentes. Es
evidente
que la cultura digital si bien tiende a relegar a segundo plano los
lugares
físicos de almacenamiento de la información como lo han
sido
las bibliotecas durante cientos de años, esto no tiene por que
significar
necesariamente un divorcio entre el ciberespacio y los espacios reales
en los que se mueven las comunidades y en los que se generan
informaciones
autóctonas (Capurro 1999).
Naturalmente
que las bibliotecas no tienen necesidad de crear por ellas mismas
muchos
de los servicios que son ofrecidos por un mercado creciente de sitios
que
van desarrollando una industria digital y con ella nuevas fuentes de
trabajo
no estatales. Un ejemplo interesante de este tipo es UruguayTotal.com
creado a fines de 1997, que ofrece diversos servicios como
por ejemplo:
direcciones en el web, compras, cultura, deportes, economía,
educación,
gobierno y política, medio de prensa, industrias, salud,
sociedad,
contando con más de seis mil suscriptores distribuidos por los
cinco
continentes (UruguayTotal). Pero las bibliotecas públicas deben
equilibrar la creciente comercialización de la red prestando
servicios
de base, estimulando formas activas de utilización de la red y
promoviendo
el acceso sobre todo a grupos marginados.
Para esto último
es
necesario
también iniciativas poco comunes como la que me comunicó
Luis Barnola, estudiante del The Ontario Institute for Studies in
Education
de la University of Toronto. Se trata de "Telecentros
latinoamericanos:
Proyecto Piloto de Redes Comunitarias" que es un proyecto en Ecuador
coordinado
por Roberto Roggiero y patrocinado por diversas instituciones como el Centro
Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (CIID) y
lanzado
en 1997. La finalidad de este proyecto es establecer telecentros
equipados
con computadoras y radiomodems en tres comunidades aisladas del
nordeste
de Ecuador, poblados donde el medio ambiente ha sido dañado por
la producción petrolera (Telecentros 1999).
Dado
los costos de las publicaciones clásicas (libros, revistas) en
el
campo científico es evidente también que la cultura
digital
revoluciona tanto el campo de la difusión de información
como el de los procesos educativos mismos. Aquí las bibliotecas
universitarias así como los centros de documentación
científica
deben jugar un rol de liderazgo recolectando, digitalizando y haciendo
accesible la producción científica local y poniendo a
disposición
de investigadores, docentes y estudiantes los medios para acceder a la
red así como para poder poner en ella los resultados de sus
investigaciones.
La educación a distancia abre un campo inusitado de aprendizaje,
intercambio y comunicación que en tiempos pasados estaba
reservado
en Latinoamérica a un pequeño núcleo de
privilegiados,
capaces de financiar sus estudios en universidades extranjeras de
renombre.
Las
bibliotecas y centros de documentación juegan un rol fundamental
como preservadores y trasmisores de la herencia cultural de ciudades,
regiones
y países en esta inmensa área geográfica con sus
características
de relativa homogeneidad linguística pero también de
culturas
autóctonas. Son las bibliotecas quienes pueden proporcionar a
los
grupos sociales marginados el acceso a las fuentes de conocimientos
así
como la creación de centros de ayuda, intercambio y
comunicación.
Por supuesto que todo esto trae consigo problemas económicos,
legales
y técnicos así como la tarea cada vez más urgente
de educar a los usuarios. Una actitud promotora frente a experiencias
nuevas,
que no intente de entrada reglamentar en base a "lo que se venía
haciendo hasta ahora" es una condición fundamental para no
sofocar
iniciativas de base. Es necesario en esta situación tomar en
cuenta
errores e incluso posibles abusos en vistas a una situación que
va creando de a poco sus propias reglas, teniendo en cuenta los
contextos
y los ritmos de aprendizaje diferentes. Se trata siempre, como lo
decía
el comienzo, de promover culturas digitales, no la cultura
digital,
es decir de ir integrando el mundo digital dentro de lo que Ortega
llama
"un programa de existencia".
En
su "Misión del bibliotecario" ‒ que fue el discurso
inaugural,
leído en francés, en el Congreso Internacional de
Bibliotecas
en mayo de 1935 ‒ señala Ortega
que las profesiones surgen en
base
a necesidades sociales, las cuales son de carácter
histórico.
La figura del bibliotecario comienza a dibujarse con claridad poco
antes
de la aparición del libro impreso en los comienzos del
Renacimiento.
Es la época en que surge lo que Ortega llama "el libro escrito
por
un escritor", a diferencia del libro religioso o legal. Es aquí
que por primera vez "el libro es sentido socialmente como necesidad"
(Ortega
1976, p. 29). Ortega recalca el "socialmente", porque evidentemente
antes
del Renacimiento tal o cual individuo había sentido dicha
necesidad.
Pero es durante el Renacimiento donde surge la necesidad de que haya
libros.
El problema de su catalogación se da recién en el siglo
XIX,
o sea en la época en que se multiplican las bibliotecas y los
bibliotecarios.
El proceso de secularización a fines del siglo XVIII y en
particular
la Revolución Francesa está en la base de la necesidad
del
libro como vigencia social. Ortega escribe:
"La
sociedad democrática es hija del libro, es el triunfo del libro
escrito por el hombre escritor sobre el libro revelado por Dios y sobre
el libro de las leyes dictadas por la autocracia." (Ortega 1976, p. 33)
La
consecuencia
de esto es el reconocimiento del libro como función de Estado,
como
necesidad social imprescindible. ¿Necesidad de qué? De
conservar
las ideas, pues es gracias a las ideas que podemos resolver, bien que
mal,
algunos de nuestros problemas vitales. La imprenta proporciona una
solución
técnica para la producción de libros, una solución
que se torna paradójicamente en un problema: hay demasiados
libros
y ellos se han vuelto imprescindibles. Cuando una necesidad humana se
vuelve
imprescindible comienza a transformarse en algo negativo pues nos
sentimos
esclavos de ella. La profesión del bibliotecario entra entonces,
dice Ortega, en la edad madura, es decir en la edad en que las cosas se
hacen porque hay que hacerlas y no por capricho. Y de esto saca la
siguiente
conclusión:
"Pues
bien; he aquí donde veo yo surgir la nueva misión del
bibliotecario,
incomparablemente superior a todas las anteriores. Hasta ahora se ha
ocupado
principalmente del libro como cosa, como objeto material. Desde hoy
tendrá
que atender al libro como función viviente: habrá de
ejercer
la policía sobre el libro y hacerse domador del libro
enfurecido."
(Ortega 1976, p. 44)
La
pregunta
surge hoy, casi un siglo más tarde, espontaneamente: ¿es
la cultura digital una forma de "hacerse domador del libro enfurecido"?
Es evidente que el libro "como cosa, como objeto material" pierde su
consistencia
en el medio digital. Y es evidente también que con ello su
"función
viviente" pasa a primer plano. Es lo que nos dice el término
"información"
desde su origen latino (informatio), es decir el proceso de
modelamiento
de la existencia humana a través de la trasmisión del
saber
(Capurro 1975). Pero acompañemos a Ortega algunos minutos
más.
El libro aparece encontes "como conflicto". En la selva de los libros,
una metáfora adecuada a su objeto, el bibliotecario tiene con
respecto
al lector no especializado una función similar a la del
médico,
es "higienista de sus lecturas". Una función y una misión
que es la base de los servicios de referencia de las bibliotecas y en
particular
de las bibliotecas públicas.
Todo
esto presupone que ya sabemos la respuesta a la pregunta:
¿qué
es un libro? Una pregunta nada trivial por cierto, por lo menos para
Ortega.
El libro existe porque hay un cierto decir cuya función no es
hacer
algo más allá del decir mismo. Este tipo de decir lo
denominamos
hoy, en términos de la teoría de lo actos
lingüísticos
de John Austin, "actos ilocucionarios", a diferencia de los
"perlocucionarios".
El decir ilocucionario es un decir que, en palabras de Ortega, no se
propone
"nada allende de él", sino que por el contrario "lo que se
propone
es dejarlo dicho y nada más." (Ortega 1976, p. 51).
¿Qué
es el libro?
"El
libro es, pues, el decir ejemplar que, por lo mismo, lleva en sí
esencialmente el requerimiento de ser escrito, fijado, ya que al quedar
escrito, fijado, es como si virtualmente una voz anónima lo
estuviese
diciendo siempre, al modo que los "molinos de oraciones", en el Tibet,
encargan al viento de rezar perpetuamente. Este es el primer momento
del
libro como auténtica función viviente: que está,
en
potencia, diciendo siempre lo que hay que decir ‒ 'ta déonta
eirejontos'
(Fedro 234e)
Claro
está que la fijación impresa y la fijación digital
son sólo superficialmente semejantes. En cierta manera hablar de
una biblioteca digital podría interpretarse como un oxímoron
o una contradictio in adjecto. El carácter fugaz e
interactivo
del medio digital se asemeja más a la oralidad. En otras
palabras,
la cultura digital es una cultura híbrida y de aquí nace
su fascinación. Pues es así, como lo indica Ortega
retomando
al Fedro de Platón, que la escritura y en particular el
libro
impreso pierde el contacto con la situación vital que le dio
lugar
y la deja tácita. Para entender lo escrito es preciso que el
lector
reviva una situación que es ineludiblemente también su
propia
situación vital, es decir que piense. Para aprender a leer hay
que
aprender a pensar. Esta es justamente la tarea del logos
viviente,
es decir del diálogo a la que alude Platón. El medio
digital
permite justamente una forma de interacción que en el caso del
libro
se presenta sólo como ausencia. Platón lo dice más
claramente: es la ausencia del padre.
Ahora
bien, siendo la cultura digital una cultura híbrida, se da
aquí
el caso de un medio en el que puede tener lugar la conjunción de
la oralidad y la escritura, del hablar y del leer, y esto a escala no
sólo
local, sino mundial. Todo un mundo de preguntas y posibilidades se
abren
en estos momentos, para cuyo manejo utilizamos palabras como:
bibliotecas
digitales, comunidades virtuales, listas de correo electrónico,
avatares, comercio electrónico, etc. Con ello tiene lugar
también
un cambio de la "misión del bibliotecario" que describimos con
términos
como cibernauta, administrador de la información y administrador
de conocimientos. La nueva situación histórica reclama
una
redefinición de la misión del bibliotecario. Esta no
consiste
ya sólo en preparar una bibliografía, seleccionar lo que
una biblioteca debe contener y orientar al lector sino también
en
organizar estas actividades en el medio digital integrando sus
cualidades
específicas y en especial su carácter interactivo. Esto
último
facilita en principio la inserción de lo escrito en la
situación
vital y esta es, evidentemente, siempre concreta, aquí y ahora,
en esta región, en esta comunidad, con esta historia y estas
necesidades,
sean en Latinoamérica o en otra región del
mundo.
En
el prólogo al Diccionario Enciclopédico Abreviado
publicado en Buenos Aires en 1939 habla Ortega de la pérdida de
"un saber esférico, redondo-enkyklos" que creían
poseer
los enciclopedistas del siglo XVIII. Nosotros, dice
Ortega,
"tenemos
una conciencia más viva de lo fragmentaria que es y que
será
siempre esa sabiduría, aun contando junta toda la que vive
desparramada
entre los hombres." (Ortega 1962, p.138)
No
deja
de ser curioso que justamente en el momento en que la
fragmentación
del saber llega a su límite entremos en un proceso de
globalización
la cual se nos presenta justamente como lo contrario de un saber y de
una sagesse ordenada enciclopédicamente. Esto es lo
que vio claramente
Ortega y a lo que alude con una de sus metáforas favoritas, la
del
naufragio:
"el
saber se ha convertido en algo, por lo pronto, indomable,
oceánico.
Una vez más el hombre naufraga en su propia riqueza. La cultura
o sabiduría no se nos presenta como una clave que nos permite
dominar
el caos y la confusión de la vida, sino que ella misma, por su
crecimiento
fabuloso, se ha convertido a su vez en selva donde el hombre se
pierde."
(Ortega 1962, p.139)
Naturalmente
que esta experiencia de naufragio es la situación diaria de un
cibernauta
que se lanza a un surf en el océano de la Internet.
¿Qué
hacer? Ortega nos da dos consejos, que si no hubieran sido escritos en
1939 podría pensarse que lo han sido hoy. El primero
es:
"Queramos
o no tenemos que manejar nuestra sabiduría, flotar en ella como
en un elemento proceloso." (Ortega 1962, p. 139)
Esto
lo
llamamos hoy management de la información y del saber.
En
segundo lugar tenemos necesidad de "máquinas culturales". El
"libro-máquina"
al que alude Ortega es un instrumento al servicio de tres tareas que
constituyen
el meollo de la misión del bibliotecario en una cultura digital.
La primera tarea es la de selección o "poda". Ortega habla de la
necesidad de "reconquistar la sobriedad de la cultura" (Ortega 1962, p.
142). Tanto la cultura del libro como la digital se caracterizan por
sus
caóticas protuberancias. La sobriedad es una virtud clave en
esta
situación. En segundo lugar se refiere Ortega al cultivo del
"talento
sintético". Las tareas de síntesis y de
estructuración
de la información y del saber pertenecen al canon tradicional de
la actividad profesional de bibliotecólogos y documentalistas.
La
capacidad de síntesis es una segunda virtud que
Aristóteles
llamaría "dianoética". En tercer lugar se trata de
mecanizar
lo mecanizable, o, en nuestro términos, de digitalizar lo
digitalizable
a fin de "libertar la memoria" facilitando el manejo del tesoro
cultural
externalizado. Dicho proceso de externalización tiene como
consecuencia
el desarrollo de mecanismos que nos faciliten la búsqueda del
saber
almacenado en "el libro-máquina". El arte de la búsqueda
intelectual es lo que llamamos en nuestra profesión el information
retrieval, lo que podemos latinizar con el término de ars
quaerendi, el arte de buscar y de preguntar. Esta es la tercera
virtud
a cultivar en el marco de una cultura digital (Capurro 1986).
Conclusión
Permítanme
terminar estas reflexiones destacando los dos puntos
siguientes.
El
rol de las bibliotecas y de los centros de documentación
está
íntimamente ligado a las funciones y los servicios que los
bibliotecarios
y documentalistas han venido ofreciendo al público durante
siglos.
Se trata entonces de un nuevo desafío cultural frente al cual
los
profesionales en el campo del manejo del saber con sus técnicas
de selección, ordenamiento, almacenamiento, búsqueda y
trasmisión
deben contribuir con un aporte al mismo tiempo local y transcultural,
creando
redes destinadas a abrir perspectivas de desarrollo cultural,
económico
y político.
En
segundo lugar quisiera recalcar que el desarrollo de una cultura
digital
debería dirigirse en vistas a fomentar iniciativas de base.
Estas
deberían surgir paralelamente a una política estatal que
desarrolle servicios digitales en sus propias instituciones,
particularmente
en las bibliotecas públicas. Una política liberal en el
campo
de la información no significa dar rienda suelta a una
economía
que margine aún más a los ya marginados, sino que, por el
contrario, debe apoyar proyectos destinados a promover la iniciativa y
la creatividad de quienes habían quedado desligados del proceso
educativo por razones de aislamiento geográfico, técnico
y económico.
Enseñar
a leer y escribir y conjuntamente también enseñar a
pensar
y a investigar significan hoy día, en una cultura digital,
enseñar
a utilizar los nuevos medios de información y
comunicación,
despertando el interés por el desarrollo de sí mismo,
como
individuo y como comunidad, en vistas a una cultura en la que se
entrelacen
el face to face y el interface. Una cultura digital en
Latinoamérica
sólo puede surgir si los latinoamericanos la crean por sí
mismos, para sí mismos y para los otros.
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Ultima
modificación: 15 de agosto de 2021