IV.
La destrucción de la pregunta por el criterio del sentido del
lenguaje
4.1
La
interpretación metafísica del criterio
Para
un
pensamiento metafísico la palabra criterio tiene un sentido
particular.
Etimológicamente proviene del verbo griego "krino" que significa
juzgar. Todo juzgar implica la emisión de un juicio que
discierne
lo juzgado. El juicio implica un "jus"
(derecho, poder) y un "iussum"
(mandato),
y por tanto un poder mandar. Este poder se funda pues en un poder
discernir. Esta relación de poder es una relación
eminentemente
objetiva, por eso Platón define al juzgar desde la
adecuación
("homoiosis") de una cosa
con otra ("krinein ti pros ti").
Para Platón el criterio de discernimiento serán
las "ideas
ejemplares" que el hombre podrá contemplar una vez realizado el
proceso dialéctico descrito alegóricamente en el mito de
la caverna. En Descartes la claridad de las "ideas" es de orden
estrictamente intelectual [11],
y éste debe preceder
siempre a la determinación de la voluntad, a fin de evitar el
error [12]. La duda
metódica cartesiana procede a una
hermenéutica del conocimiento en búsqueda de un
"fundamentum
inconcussum veritatis", que debe aparecer evidente a la razón.
Decimos que el criterio del sentido es, en Descartes,
metafísico.
Con esto queremos señalar que es objetivo, precisamente
por
ser objeto de conocimiento de un sujeto que lo conoce. Y esta
relación
sujeto-objeto es la que define a un pensar metafísico.
Sin
embargo, ese criterio que en Descartes está en el plano
de
la representación y es todavía estático, se
dinamiza
desobjetivándose en la dialéctica hegeliana,
luego
der haber sido cuestionado por la crítica de Kant. Pero Hegel
lo expresa también metafísicamente, pues la
dialéctica
tiene a la subjetividad como fundamento absoluto del proceso.
Finalmente
en Nietzsche se hará patente la voluntad de poder,
oculta
ya en la raíz del "krinein" griego. Pretendiendo destruir los
criterios
tradicionales, la revolución nietzscheana no será sino
una
re-volución, que echará abajo unos valores (los de la
sociedad
burguesa) y los sustituirá por otros. El super-hombre se
definirá así por su poder, el cual se expresará
últimamente
en un querer querer.
¿Podríamos
pensar desde un pensamiento que preguntara por el criterio del sentido
del lenguaje de un modo más fundamental que las respuestas
esbozadas
anteriormente? ¿Es posible pensar un criterio no
metafísico?
Y, en caso afirmativo, ¿podríamos seguir
llamándolo
"criterio"?
4.2
La
destrucción ontológica del criterio
La
filosofía como metafísica nos muestra una
interpretación
posible de la pregunta por el "el ente en cuanto ente"
(Aristóteles).
Sin embargo, cuando el pensar se toma como principio de razón
suficiente,
y se hace a sí mismo instancia última de lo que
está
frente a él o en él, se cierra al ser. Se hace necesario
entonces un "metanoein".
La
pregunta por "el ente en cuanto ente" oculta al misterio del
ser,
el cual sin ser un ente, realiza la diferencia y la identidad del "en
cuanto".
Esta relación entre el pensar y el ser se anuncia en lo
determinado,
pero es anterior al hablar (logos) y determinar, no dejándose
por
tanto tematizar totalmente.
El
pensar experimenta al no-pensar, al ser, en la diferencia entre ese no
y el pensar, de tal modo que el no de esa diferencia no
es
sólo su obra sino también obra del ser.
Se
trata, pues, de una "metanoia", ya que el pensar se deja medir por el
ser
y se realiza como apertura al ser, es decir como libertad.
Al ser apertura, la libertad pierde su fundamento, pues éste
acontece
como verdad del ser que se manifiesta ocultándose
("a-letheia").
De este modo el lenguaje como lugar donde acontece el ser lo manifiesta
y lo oculta, y al no poder conceptualizarlo, lo indica. La
relación
entre ser y lenguaje no es, pues, objetivable: acontece como si se
tratara
de un juego cuyas reglas desconociéramos.
Decíamos
al comienzo que la filosofía analítica cuestiona
también
a la metafísica, pero en la búsqueda de una proto-forma
que modelara nuestro lenguaje cotidiano se detenía
últimamente
en la función pragmática del lenguaje: el sentido de una
frase se determina por el modo de su verificación, que se ha de
realizar por medio de la experiencia. Las combinaciones posteriores son
sólo posibles a través de relaciones lógicas que
no
amplían el sentido. De este modo, frases como las de la
metafísica
no son falsas sino sin sentido. Sin embargo, como nos decía
K.-O.
Apel, esta destrucción de la metafísica se queda
"más
acá" de ella, al buscar criterios utilizables, objetivos y por
tanto
ónticos.
Aún
más, ese rechazo sin más de la metafísica como una
especulación alientante, y la solución por la
verificación
por la praxis, lleva también a buscar una medida manejable por
el
hombre en el plano de su actuar. Dicho rechazo de la metafísica
permanece por tanto dentro de la metafísica.
Sólo
la ontología cuestiona radicalmente al criterio como
criterio
y lo destruye. Su problema será cómo formular las "reglas
de juego", sin que inmediatamente se vuelvan "reglas" y por tanto
medidas,
objeto de un pensar metafísico.
Una
vez purificada la pregunta desde el acontecer inobjetivable del ser:
¿podremos
acaso ir "más allá" (sin salir) del ámbito
ontológico?
¿Qué significa este nuevo "salto" o "paso hacia adelante"?
4.3
La
destrucción ética del preguntar
Decíamos
que el lugar propio del lenguaje en cuanto lenguaje es el
diálogo.
Este se nos manifiesta como una relación que acontece
éticamente,
es decir, que cuestiona al propio preguntar, realizando así su
esencia
crítica. Por tanto, la diferencia que medita la ontología
acontece primordialmente en el "legein"
dialógico: allí
la
libertad como apertura al ser se abre al Abismo originario
("Ab-grund"),
al abrirse al abismo de otro libertad.
Esta
apertura "ética" que acontece como cuestionamiento se realiza en
el encuentro "faz a faz".
De
este modo el "logos" humano
adquiere su sentido dejándose
medir
por ese "dia" que acontece
éticamente en el diálogo.
Allí
acontece también la verdad del ente, la cual no puede ser por
tanto
fija y absoluta, y por eso el pensamiento que responde al ser es
siempre
un logos dialógico encarnado e histórico.
Al
diálogo como don mutuo de libertades lo llamamos
comunión:
en él experimentamos más pura y profundamente al ser. De
este modo el lenguaje cobra sentido en la relación con el otro y
en cuanto expresa esta relación. El diálogo es verdadero
cuando el "logos" humano
concreto coincide con la diferencia
("dia") como
diferencia, coincidiendo por tanto con el Origen
de
ella. Pero dada su facticidad la coincidencia con el Origen originante
de la diferencia no es ya un principio especulativo sino una norma
viva
para la acción.
El
acontecer del diálogo señala su contingencia
("contingit").
Este ocultamiento en la contingencia se nos manifiesta, por ejemplo, en
la misma realización y plenitud de la comunión humana que
experimenta su finitud, aunque es también gracias a ella que se
abre al futuro, tendiendo a la felicidad en la fe y la esperanza.
Allí
donde la comunión experimenta su finitud acontece pues su
manifestación
en la retirada ("Entzug"), que es la esencia del Misterio. De este modo
la dialógica humana no se cierra sobre sí misma, sino que
se abre al Misterio desde su mismo fracaso.
Pero
al acontecer contingentemente el criterio del sentido del lenguaje no
se
transforma en algo fortuito o arbitrario, pues acontece
éticamente,
es decir absolutamente. Esto significa que juzga
por
el rostro del otro, estando más allá de ambos. En este
juicio
no hay amo ni esclavo, pues el otro no es la negación del yo: la
relación yo-tú no es oposición dialéctica
sino
encuentro dialógico. La justificación acontece más
allá de toda voluntad de poder [13].
La libertad de criterios se vuelve así una libertad por
el criterio
que se realiza como cuestionamiento por el rostro del otro. El
acontecer
del criterio en el diálogo como coincidencia es pues acontecer,
y en ello se muestra la diferencia en la identidad, pero es
también
coincidencia, identidad en la diferencia. El "logos" encuentra
su
criterio de sentido no al medir la realidad sino al dejarse medir
por la diferencia que acontece así como justicia.