Introducción
Hace
aproximadamente veinte
años la biblioteca del Royal Institute of Technology de
Estocolmo
me invitó a dar una serie de conferencias sobre la ciencia de la
información, una de ellas con el título "Epistemology and
Information Science" (Capurro 1985). Fue la primera vez que
hablé
sobre la relación entre hermenéutica y tecnología
de la información haciendo una exposición de la tesis que
un año mas tarde sería aceptada por la Universidad de
Stuttgart
como tesis de postdoctorado ('habilitación') en filosofía
con el título "Hermenéutica de la información
científca"
(Capurro 1986). En esta tesis indicaba que desde el punto de vista
hermenéutico
el conocimiento está ligado a la acción, mostrando los
presupuestos
y las consecuencias con respecto a los procesos cognitivos y
prácticos
relacionados con la búsqueda de información
científica
almacenada en computadoras así como con el diseño de
dichos
sistemas y su rol en la sociedad.
Las
relaciones
entre epistemología
y ciencia de la información tienen una compleja historia de la
que
no es posible dar aquí una visión detallada. Esto vale en
mayor grado con respecto a la epistemología misma a la que
aludiré
brevemente en la primera parte refiriéndome a algunos de los
cambios
paradigmáticos del siglo pasado que han dejado su huella en
nuestra
disciplina. En segundo lugar voy a profundizar sobre tres paradigmas
epistemológicos
predominantes en la ciencia de la información a saber el
paradigma
físico, el cognitivo y el social. Naturalmente que esta
selección
y esquematización no sólo simplifican en forma extrema la
complejidad de estos planteamientos sino que pueden dar lugar a un
malentendido
considerando esta exposición en el sentido de un avance
histórico,
siendo así que muchas teorías se entrecruzan con
distintas
intensidades y en diversos períodos.
Antes
de
comenzar quisiera
referirme brevemente al concepto de paradigma. Thomas Kuhn lo utiliza
en
su famoso análisis sobre la estructura de las revoluciones
científicas
con múltiples connotaciones (Kuhn 1962/1970, Mastermann 1970).
Como
la misma palabra paradigma lo indica –
del griego paradeigma =
ejemplar,
mostrar (déiknumi) una
cosa con referencia (pará)
a otra – un
paradigma es un modelo
que
nos permite ver una cosa en
analogía
con otra. Como toda analogía llega un momento en que sus
límites
son evidentes produciéndose entonces una crisis o, como en el
caso
de teorías científicas, una "revolución
científica"
en la que se pasa de una situación de "ciencia normal" por un
período
"revolucionario" a un nuevo paradigma. Kuhn indica que existe una
situación
"pre-paradigmática" en la cual no se producen progresos
científicos,
como sería el caso de las ciencias sociales incluyendo
también
a la ciencia de la información. David Ellis tiene razón
cuando
muestra, retomando la crítica a Kuhn de Margaret Masterman, que
tanto la situación de dualismo como de multiplicidad de
paradigmas
no son necesariamente signos de un estado científico
pre-paradigmático
sino que son características de la ciencia normal (Ellis 1992).
En otras palabras, la dicotomía entre "ciencia normal" y
"período
revolucionario" es demasiado esquemática si se considera que
crisis,
resquiebros, errores, malentendidos, equívocos,
analogías,
datos empíricos, conceptos, hipótesis, dudas, retornos y
búsquedas sin salida así como las instituciones, los
instrumentos,
las visiones y pasiones que soportan por así decirlo los
procesos
cognitivos constituyen el meollo mismo en parte latente y en parte
explícito
de todo campo científico, siendo así que el éxito
o el predominio de un paradigma científico está siempre
en
parte condicionado por las estructuras sociales y por factores
sinergéticos
incluyendo eventos fuera del mundo científico cuyo efecto
multicausal
no sólo es difícil de prever sino tambien de analizar a
posteriori.
Mi
tesis es que
la ciencia
de la información nace a mediados del siglo XX con un paradigma
físico, el cual es cuestionado por un enfoque cognitivo
idealista
e individualista, siendo este a su vez reemplazado por un paradigma
pragmático
y social o, para tomar un famoso concepto acuñado por Jesse
Shera
y su colaboradora Margaret Egan a mediados del siglo pasado (Shera
1961,
1970) y analizado en profundidad por Alvin Goldman (2001), por una
"epistemología
social" ("social epistemology"), pero ahora de corte tecnológico
digital. Un número reciente de la revista Social Epistemology
(2002,
Vol. 16, No. 1) está dedicado a la relación entre
epistemología
social y ciencia de la información. Como se puede ver lo que
aparentemente
surge al final de este relativamente corto proceso histórico, a
saber
el paradigma social, ya estaba en sus comienzos si bien no como
paradigma
de la ciencia de la información si de sus predecesoras en
particular
de la bibliotecología y la documentación.
Una
definición clásica
de la ciencia de la información dice que dicha ciencia tiene
como
objeto la producción, recolección, organización,
interpretación,
almacenamiento, recuperación, diseminación,
transformación
y uso de la información (Griffith 1980). Esta
definición
es válida naturalmente también para campos
específicos,
de modo que si queremos identificar el rol de una ciencia de la
información
autónoma debemos ubicarla a un nivel más abstracto. Para
esto es necesario una reflexión epistemológica que
muestre
los campos de aplicación desde arriba o top down y desde donde
se
vea también la diferencia entre el concepto de
información
en esta ciencia con respecto al uso y la definición de
información
en otras ciencias así como en otros contextos como ser el
cultural
y político y por supuesto también en otras épocas
y culturas.
Esta investigación es una de las tareas
más
amplias
y complejas de una futura ciencia de la información unificada
que
no sea meramente reduccionista sino que vea las relaciones
análogas,
equívocas y unívocas entre diversos conceptos de
información
y sus respectivas teorías y campos de aplicación
(Capurro/Hjørland
2003). Peter Fleissner y Wolfgang Hofkirchner, dos colegas de la
Universidad
Técnica de Viena, han bautizado con mi nombre a este problema
entre
las relaciones análogas, equívocas y unívocas de
los
diversos conceptos de la información llamándolo "el
trilema
de Capurro" (Fleissner/Hofkirchner 1995).
I.
Corrientes epistemológicas del siglo XX
Comencemos este
breve pasaje
por las teorías epistemológicas del siglo pasado con la
que
fue por así decirlo la heredera de las corrientes
transcendentales,
idealistas y vitalistas del siglo XVIII y XIX. Me refiero a la
hermenéutica.
La hermenéutica como teoría filosófica fue
desarrollada
por Hans-Georg Gadamer (1900-2002) (Gadamer 1975), siguiendo los
caminos
abiertos en el siglo XIX por Friedrich Schleiermacher (1768-1834) y
Wilhelm
Dilthey (1833-1911) y en en el siglo XX por Edmund Husserl (1859-1938)
y Martin Heidegger (1889-1976) por nombrar sólo algunos de sus
representantes
más prominentes. Algunas escuelas filosóficas muy
influyentes
como el racionalismo crítico de Karl Popper (1902-1994), la
filosofía
analítica y la teoría de la acción comunicativa de
Jürgen Habermas (1981) y Karl-Otto Apel (1976) criticaron a la
hermenéutica.
Un
punto
crucial de dicha
crítica está relacionado con el problema de la
separación
entre la metodología de la ciencias humanas o ciencias del
espíritu
("Geisteswissenschaften") y la de las ciencias naturales,
("Naturwissenschaften").
Mientras las últimas tendrían como finalidad la
explicación
causal ("erklären") de los fenómenos naturales, las
primeras
aspirarían a comprender ("verstehen") o interpretar ("auslegen")
los fenómenos específicamente humanos como la historia,
la
política, la economía, la técnica, la moral, el
arte
y la religión. El término griego hermeneuein
significa
'interpretar' pero también 'anunciar' siendo Hermes el mensajero
de los dioses y el intérprete de sus mensajes. De su pendant
egipcio, el dios Theut, inventor de la escritura, habla Platón
en
un famoso pasaje del "Fedro" (Phaidr. 174c-275b). La
hermenéutica
sería entonces el título del método de las
ciencias
del espíritu que permitiría mantener abierto el sentido
de
la verdad histórica propia del actuar y pensar humanos, mientras
que el método de explicaciones causales sólo
podría
aplicarse a fenómenos naturales sometidos exclusivamente a leyes
universales e invariables. El título de la obra de Gadamer
"Verdad
y método" (Gadamer 1975) indica a su vez una disyunción y
una conección entre la "verdad" de las ciencias del
espíritu
y el "método" de las ciencias naturales.
Sin
entrar
ahora en una exposición
detallada de este debate se puede constatar que ambas corrientes, la
hermenéutica
y el racionalismo crítico, aparentemente enemigas
irrenconciliables,
afirman, por encima de sus diferencias, el carácter
fundamentalmente
interpretativo del conocimiento, siendo la hermenéutica la que
pone
un mayor acento en la relación entre conocimiento y
acción
o entre epistemología y ética. La tesis de Karl Popper de
que todo conocimiento científico tiene un carácter
conjetural
(Popper 1973) no está muy lejos de la afirmación de
Gadamer
de que toda comprensión se basa en una pre-comprensión
("Vorverständnis")
o en un "pre-juicio" ("Vorurteil"). De esta manera el falsacionismo
y el monismo metodológico popperiano, cuestionado entre otros
por
Thomas Kuhn (1970) y Paul Feyerabend (1986), está relacionado a
la tesis hermenéutica sobre el rol ineludible del
intérprete
o mejor dicho, de una comunidad de intérpretes, a la cual se
refiere
luego la ética comunicativa de Karl-Otto Apel y Jürgen
Habermas.
Mientras los racionalistas críticos ponen el acento en el
contenido
de las hipótesis y en su justificación (context
of justification), los historiadores de la ciencia y con ellos
también
la hermenéutica no se cansan de indicar que dichos contextos
están
condicionados en parte por la situación histórica (context
of discovery).
Estas
corrientes de pensamiento
tuvieron repercusiones en la ciencia de la información y en
especial
en la comprensión de los procesos relacionados con el
almacenamiento
y la búsqueda de información (information retrieval)
como lo mostraré en breve. Pero es de notar que, a la inversa,
ni
la ciencia de la información ni la tecnología de la
información
han jugado un rol importante en la discusión filosófica
misma,
lo cual se puede interpretar como un signo de la alienación
mutua
entre el discurso filosófico y esta disciplina así como
con
el proceso tecnológico. Es más, la hermenéutica,
pero
no sólo ella, baste recordar las críticas de la escuela
de
Frankfurt a los medios de comunicación de masa, se ha mostrado
en
la mayoría de los casos como enemiga de los avances
tecnológicos
en general y de la redes digitales en particular (Capurro 2003, 95-96).
El
desarrollo
de la computación
y la investigación empírica de los procesos neuronales
cerebrales
han revolucionado a la teoría clásica del conocimiento
basada
en la idea de la representación o duplicación de una
realidad
externa en la mente del observador. Dicha revolución comienza
con
la así llamada teoría de la información de Claude
Shanon y Warren Weaver (Shannon/Weaver 1972) y la cibernética la
cual a mediados del siglo pasado tematiza el enlace entre los seres
vivos
y, más en general, entre sistemas luego llamados
autopoéticos
y el medio ambiente como lo expresó claramente Norbert Wiener
(1961).
De aquí se deriva la cibernética de segundo orden basada
en modelos recursivos de autoreferencia desarrollada entre otros por
Heinz
von Foerster (Foerster 1974; Foerster/Poerksen 2001), por los
biólogos
Humberto Maturana y Francisco Varela (1980, 1984), y por la
teoría
de sistemas de Niklas Luhmann (1927-1998) (Luhmann 1987).
Estas
corrientes conectadas
con la semiótica de Charles S. Peirce (1839-1914) influyen en la
discusión epistemológica de la ciencia de la
información
(Brier 1999). Cabe indicar finalmente que el pensamiento tardío
de Ludwig Wittgenstein (1889-1951) con su giro a la vez
lingüístico
y pragmático ha dejado también sus huellas
lamentablemente
aún poco profundas en nuestra disciplina (Blair 2003).
Finalmente
quisiera aludir al pensamiento de Michel Foucault (1926-1984) y Gianni
Vattimo (1936-) quienes también influyen en la reflexión
filosófica de la ciencia de la información.
A
comienzos del
siglo XXI
la epistemología entendida como estudio de los procesos
cognitivos
y no en el sentido clásico aristotélico de estudio de la
naturaleza del saber científico y de sus estructuras
lógico-racionales
(episteme), adquiere no
sólo un carácter social y
pragmático,
sino que se relaciona además íntimamente con la
investigación
empírica de los procesos cerebrales o, más en general,
con
todo tipo de procesos relacionados con la forma cómo los seres
vivos
conocen, es decir construyen y autocrean sus realidades. Este
planteamiento
epistemológico de tipo naturalista y tecnológico
cuestiona
de diversas maneras tesis clásicas de tipo metafísico,
idealista
o transcendental. La tecnología digital permite la
simulación
de procesos cognitivos en artefactos, como lo muestran la
robótica
y diversos tipos de sistemas bio-tecnológicos. En otras
palabras,
los planteamientos epistemológicos actuales son
tecnológicos
y naturalistas en el sentido de que el lugar privilegiado del conocer
humano
es por lo menos parcialmente cuestionado no sólo a través
de los esfuerzos para explicar científicamente por ejemplo el
emerger
de la conciencia o de la identidad personal sino también con
respecto
a la tendencia niveladora de dichas teorías con relación
a procesos cognitivos en el mundo natural no humano que llevan
además
a nuevos proyectos tecnológicos como el de la inteligencia y la
vida artificial.
Esto
significa
un agravio
cognitivo de la autoconciencia del ser humano que se suma a los
agravios
o descentramientos cósmicos, evolutivos y racionales provocados
por las teorías y descubrimientos de Copérnico, Darwin y
Freud. Podemos decir además que dado el influjo generalizado de
la técnica digital no sólo en la actividad
científica
sino también en todas las esferas del actuar humano vivimos en
el
horizonte de una ontología digital, entendiendo el
término
ontología no en el sentido clásico de un estudio de los
entes,
en este caso de los entes digitales, sino en el sentido Heideggeriano
de
un proyecto existencial cuyas consecuencias sociales y
ecológicas
son difíciles de preveer (Capurro 1992, 2001, 2003, 2003a). A
este
proyecto pertenecen también los avances en campos como la
nanotecnología
y las aplicaciones relacionadas con una tecnología computacional
distribuida (ubiquitous computing).
Es paradójico que en el
momento
en que la computación invade todos los campos de conocer y
actuar
humanos y no-humanos, la máquina computadora misma, se vuelve
cada
vez más menos visible.
II.
Paradigmas epistemológicos de la ciencia de la información
La
ciencia de
la información
tiene por así decirlo dos raíces: una es la
bibliotecología
clásica o, en términos más generales, el estudio
de
los problemas relacionados con la trasmisión de mensajes, siendo
la otra la computación digital. La primera raíz nos lleva
a los orígenes mismos, por cierto oscuros, de la sociedad humana
entendida como un entretejido o una red de relaciones, Hannah Arendt
habla
del "'web' of human relationships" (Arendt 1958, 183), basadas en el
lenguaje,
es decir en un ámbito hermenéutico abierto, donde los
entrecruces
metafóricos y metonímicos permiten no sólo
mantener
fluído el mundo de las convenciones y las fijaciones que hacen
posible
una sociedad humana relativamente estable, sino también que nos
permiten generar la capacidad de preguntar por lo que no sabemos a
partir
de lo que creemos que sabemos. Es claro que esta raíz de la
ciencia
de la información o, como también podríamos
llamarla,
de la ciencia de los mensajes (Capurro 2003b), está ligada a
todos
los aspectos sociales y culturales propios del mundo humano.
La otra
raíz
es de carácter tecnológico reciente y se refiere al
impacto
de la computación en el proceso de producción,
recolección,
organización, interpretación, almacenamiento,
recuperación,
diseminación, transformación y uso de la
información
y en especial de la información científica fijada en
documentos
impresos. Este último impacto permite explicar por qué el
paradigma físico deviene predominante entre 1945 y 1960,
siguiendo
la periodización propuesta por Julian Warner (2001). El problema
de esta periodización consiste no sólo en el hecho de que
antes de 1945 existía ya en el campo de la
bibliotecología
lo que hoy llamamos el paradigma social, sino también, como
veremos
a continuación, en transformaciones posteriores de este
paradigma
que llegan hasta la actualidad.
1) El paradigma físico
La
ciencia de
la información
comienza como teoría del information retrieval basada en
una epistemología fisicista. A este paradigma,
íntimamente
relacionado con la así llamada information theory de Claude
Shannon
y Warren Weaver (1949/1972) a la que ya hice alusión y
también
con la cibernética de Norbert Wiener (1961), se lo ha llamado el
"paradigma físico" (Elis 1992, Ørom 2000). En esencia
este
paradigma postula que hay algo, un objeto físico, que un emisor
trasmite a un receptor. Curiosamente la teoría de Shannon no
designa
a este objeto como información (information) sino como
mensaje
(message) o más precisamente como signos (signals)
que deberían ser en principio reconocidos unívocamente
por
el receptor bajo ciertas condiciones ideales como son la
utilización
de los mismos signos por parte del emisor y del receptor y la ausencia
de fuentes que perturben la trasmisión (noise source)
(Shannon/Weaver
1972).
Dado
que estas condiciones
son sólo postulados ideales,
la
teoría propone una fórmula en la cual se parte del
número
de selecciones (choices) que implica dicha codificación
así
como de una fuente de perturbación en el momento de la
trasmisión.
Es justamente dicho número de selecciones al que es llamado por
Shannon "información" (information). A mayor cantidad de
selecciones posibles, mayor información y por tanto mayor
inseguridad
de parte del receptor dado además la posibilidad de ruido (noise).
Aquí se ve claramente, como lo indica Weaver manifestando su
extrañeza,
que este concepto de información es justamente opuesto al uso de
esta palabra en el lenguaje ordinario cuando decimos que necesitamos
información
porque queremos reducir una situación de inseguridad o de
no-saber.
En otras palabras, en la terminología de Shannon es el mensaje y
no la información quien reduce la inseguridad (uncertainty).
Esta
teoría tomada
como modelo de la ciencia de la información implica una
analogía
entre el transporte físico de una señal y la
trasmisión
de un mensaje cuyos aspectos semánticos y pragmáticos
íntimamente
relacionados al uso diario del término información son
explícitamente
descartados por Shannon. Los famosos experimentos de Cranfield llevados
a cabo por el "Cranfield Institute of Technology" en 1957 para medir
los
resultados de un sistema de recuperación de información
computarizado
marcan el comienzo, problemático sin lugar a dudas, de la
influencia
de este paradigma en nuestro campo o, más precisamente, en una
subdisciplina
del mismo, el information retrieval, en el cual los valores de recall y
precision en relación con un sistema de indexación, son
controlados
en una situación similar a la de un laboratorio de física
(Ellis 1992). Se ven aquí claramente los límites de la
analogía
entre el lenguaje o más precisamente, entre el concepto
semántico
y pragmático de la información y un mecanismo de
trasmisión
de señales. El desarrollo posterior de la teoría de
Shannon
y Weaver muestra el intento de incluir las dimensiones
semánticas
y pragmáticas excluídas por Shannon, haciendo referencia
bien sea
al proceso interpretativo del sujeto cognoscente, o a situaciones de
intercambio formalizadas (MacKay 1969, Bar-Hillel 1973, Dretske 1981,
Barwise/Perry
1983, Barwise/Seligman 1997, Pérez Gutiérrez 2000). Es
evidente
que en el campo de la ciencia de la información lo que este
paradigma
excluye es nada menos que el rol activo del sujeto cognoscente
o,
en forma más concreta, del usuario, en el proceso de
recuperación
de la información científica en particular así
como
en todo proceso informativo y comunicativo en general. No por
casualidad
habla esta teoría de un "receptor" ("receiver") del mensaje. No
es de extrañar que los límites de esta metáfora
hayan
llevado a un paradigma opuesto, el cognitivo.
Pero
antes de
analizarlo
conviene indicar, tratando de evitar como decía al comienzo, el
dar la impresión de un proceso lineal histórico, que
Michael
Buckland, un reconocido científico en nuestro campo y no
proveniente
por cierto ni de la física ni de la ingeniería, hace poco
más de diez años ha propuesto considerar la
información
en nuestro campo como un fenómeno objetivo
("information-as-thing")
es decir como algo tangible como documentos y libros o,
más
generalmente, cualquier tipo de objeto que pueda tener un valor
informativo,
lo cual puede ser en principio literalmente cualquier cosa (Buckland
1991).
Es claro que visto así el paradigma físico tiene sus
raíces
y también su sentido en actividades clásicas de los
bibliotecólogos
y documentalistas. Pero al mismo tiempo es claro también que el
valor informativo al que alude Buckland no es una cosa, ni una
propiedad
de una cosa, sino un predicado de segundo orden, es decir algo que el
usuario
o el sujeto cognoscente adjudica a "cualquier cosa" en un proceso
interpretativo
enmarcado por los límites sociales de pre-comprensión que
lo sustentan. Retomamos este problema en el contexto del tercer
paradigma.
2) El paradigma cognitivo
Comencemos por
recordar que
ya en las ideas de una bibliografía universal de Paul Otlet y
Henri
Lafontaine que llevarían a la fundación del "Institut
International
de Bibliographie" de Bruselas en 1895, denominado posteriormente
"Institut International de Documentation" (1931) y finalmente
"Fédération
Internationale de Documentation" (FID) en 1937, está
explícita
la idea de distinguir entre los conocimientos y su fijación en
documentos.
La documentación y luego la ciencia de la información
tienen
que ver aparentemente en primer lugar con los portadores físicos
del conocimiento, pero en realidad su finalidad es la
recuperación
de la información misma o sea del contenido de dichos portadores.
Esto
nos lleva
a la ontología
y epistemología de Karl Popper la que influyó
directamente
en el paradigma cognitivo propuesto entre otros por B.C. Brookes (1977,
1980). La ontología popperiana distingue tres "mundos" a saber
el
físico, el de la conciencia o de los estados psíquicos y
el del contenido intelectual de libros y documentos, en particular el
de
las teorías científicas. Popper habla del "tercer mundo"
como de un mundo de "objetos inteligibles" o también de
"conocimientos
sin sujeto cognoscente" (Popper 1973). Esta es la razón por la
que
se lo suele designar como un modelo platónico (Capurro 1985,
1986,
1992), si bien el mundo popperiano de "los problemas en sí
mismos"
no tiene un carácter divino como es el caso del "lugar
celestial"
(topos ouranós) de las ideas de Platón. Brookes
subjetiviza,
por así decirlo, este modelo en el que los contenidos
intelectuales
forman una especie de red que existe sólo en espacios cognitivos
o mentales y llama a dichos contenidos "información objetiva".
Dado su
carácter cognitivo
potencial para un sujeto cognoscente no es de extrañar que Peter
Ingwersen intente integrar dinámicamente al objeto perdido de
este
paradigma cognitivo sin sujeto cognoscente, es decir al usuario
(Ingwersen
1992, 1995, 1999). Pero, a pesar de este enfoque social, su perspectiva
permanece cognitiva en el sentido de que se trata de ver de que forma
los
procesos informativos transforman o no al usuario entendido en primer
lugar
como sujeto cognoscente con "modelos mentales" del "mundo exterior" que
son transformados durante el proceso informacional. Ingwersen toma
elementos
de la teoría de los "estados cognitivos anómalos"
("anomalous
states of knowledge" abreviado: ASK) desarrollada por Nicholas Belkin y
otros (Belkin 1980, Belkin/Oddy/Brooks 1982).
Esta teoría parte
de la premisa de que la búsqueda de información tiene su
origen en una necesidad ("need") que surge cuando existe el susodicho
estado
cognitivo anómalo en el que los conocimientos al alcance de la
mano
para resolver un problema no son suficientes. Dicha situación
inicial
se la suele denominar también "situación
problemática"
(Wersig 1979). La teoría de los modelos mentales ha tenido
impacto
en el estudio y diseño de sistemas de recuperación de la
información como lo muestran los análisis
empíricos
realizados por Pertti Vakkari con relación a la conexión
entre estados anómalos y estrategias de búsqueda (Vakkari
2003). En este sentido podemos hablar tanto en el caso de Ingwersen
como
en el de Vakkari de una posición intermedia entre el paradigma
cognitivo
mentalista de Brookes y el paradigma social.
3) El paradigma social
Los
límites del paradigma
cognitivo radican precisamente en la metáfora o pars pro toto de
considerar a la información o como algo separado del usuario
ubicado
en un mundo noumenal
metafísico o de ver al usuario si no exclusivamente si en
primer
lugar como sujeto cognoscente dejando de lado los condicionamientos
sociales
y materiales del existir humano. Es esta visión reductiva la que
critica Bernd Frohmann quien considera al paradigma cognitivo no
sólo
como idealista sino también como asocial. Frohmann escribe: "el
punto de vista cognitivo relega a los procesos sociales de
producción,
distribución, intercambio y consumo de información a un
nivel noumenal, indicado
sólo por sus efectos en las representaciones
de
generadores de imágenes atomizados. La construcción
social
de los procesos informativos, es decir la constitución social de
las "necesidades de los usuarios", de los "archivos de conocimientos" y
de los esquemas de producción, trasmisión,
distribución
y consumo de imágenes queda así excluida de la
teoría
de la bibliotecología y de la ciencia de la información."
(Frohmann 1995, 282) (mi traducción). La crítica de
Frohmann
está basada en parte implícitamente en la
epistemología
del Wittgenstein de las "Investigaciones filosóficas"
(Wittgenstein
1958) así como en la teoría de los discursos como
manifestaciones
de poder de Michel Foucault (1994). Más precisamente se puede
decir
que Frohmann critica a una epistemología basada en conceptos
como
"imágenes mentales", "mapas cognitivos", "modelos del mundo",
"realidades
internas" etc.
Se
suele
indicar a menudo
que, más allá de las diferencias, existen caminos de
pensamiento
paralelos entre la crítica de Wittgenstein a los conceptos
internalistas
que culmina en su crítica al "lenguaje privado" y la
crítica
de Heidegger a una epistemología que parte de la
separación
entre un sujeto cognoscente encapsulado y un mundo exterior con el que
intenta entrar en contacto. Es más, la hermenéutica del
existir
humano como lo muestra Heidegger en "Ser y tiempo" (Heidegger 1973),
parte
de la premisa de que no necesitamos buscar un puente entre el sujeto y
el objeto ubicado en un "mundo exterior" puesto que existir significa
estar
ya siempre "afuera" y socialmente involucrado en una red de relaciones
y significados que Heidegger llama "mundo". Su famosa fórmula
"ser-en-el-mundo"
hace explícita justamente esta situación fáctica
del
"estar allí" ("Dasein") del existir humano. Pero es más,
dicho involucramiento es para Heidegger originariamente también
un "estar allí" en una relación social primordialmente
práctica
("Sorge") con los otros ("Mitsein") y con las cosas. De aquí que
la epistemología Heideggeriana así como la del
último
Wittgenstein con sus conceptos de "juegos del lenguaje" como "formas de
vida" (Wittgenstein 1958) sean por así decirlo,
anti-epistemologías
o pragmatologías en el sentido de que fundan al
conocimiento
teórico en un pre-conocimiento práctico tácito.
Estas
corrientes epistemológicas influyen en nuestra disciplina.
Como lo
indicaba al comienzo,
es posible mostrar el aporte de estos paradigmas para el proceso de
recuperación
de la información (Capurro 1986) o, en forma más general,
para una sociedad informatizada (Capurro 2003, 97ss y 130ss, 2003a).
Esto
se ve claramente también en campos afines al nuestro como ser en
la crítica de Winograd y Flores (1986) a los modelos en parte
todavía
hoy vigentes en la informática. La hermenéutica conectada
a los "speech acts" de John Austin (1962) permite a Fernando Flores
construir
un programa, el COORDINATOR, que apoya y no sustituye a las
conversaciones
y a los compromisos en el marco de las empresas (Winograd/Flores 1986).
La corriente epistemológica relacionada con la filosofía
externalista del lenguaje de tipo wittgensteiniano permite concebir a
los
sistemas de recuperación de la información no bajo la
divisa
fisica del best matching sino como un tipo de conversaciones
sustentadas
por un andamiaje ("scaffolding") (Blair 2003, 38-39). En otra
ocasión
he aludido al concepto heideggeriano de "andamiaje" ("Gestell")
relacionándolo
con las estructuras informativas en el marco de un mundo 'enredado'
digitalmente
(Capurro 2000, 2003). Lo que podemos llamar una hermenéutica
artificial (Capurro 2003) está cerca de la teoría
crítica
de Karl-Otto Apel (1976) y Jürgen Habermas (1981) pero sin
compartir
su tendencia a idealizar contrafácticamente la comunidad de
intérpretes
como lo ha mostrado Gianni Vattimo (1989). Ambas corrientes, la
hermenéutica
y la teoría crítica, proporcionan un marco
epistemológico
posible para nuestra disciplina (Benoît 2002).
Birger
Hjørland ha
desarrollado junto con Hanne Albrechtsen (Hjørland 2003, 2003a,
2000, 1998, Hjørland/Albrechtsen 1995) un paradigma
social-epistemológico
llamado "domain analysis" en el cual el estudio de campos cognitivos
está
en relación directa con comunidades discursivas ("discourse
communities")
es decir con distintos grupos sociales y laborales que constituyen una
sociedad moderna. Una consecuencia práctica de este paradigma es
el abandonar la búsqueda de un lenguaje ideal para representar
el
conocimiento o de un algoritmo ideal para modelar la
recuperación
de la información a lo que aspiran el paradigma
físico
y el cognitivo. Una base de datos bibliográfica o de textos
completos
tiene un carácter eminentemente polisémico o, como lo
podríamos
llamar también, polifónico. Los términos de un
léxico
no son algo fijo definitivamente. El objeto de la ciencia de la
información
es el estudio de las relaciones entre discursos, áreas de
conocimiento
y documentos en relación a las posibles perspectivas o puntos de
acceso de distintas comunidades de usuarios (Hjørland 2003).
Esto
significa, en otras palabras, una integración de la perspectiva
individualista e isolacionista del paradigma cognitivo dentro de un
contexto
social en el que diferentes comunidades desarrollan sus criterios de
selección
y relevancia.
Esta
selección está
conectada al concepto hermenéutico de pre-comprensión
("Vorverständnis")
así como a la crítica de la concepción de sujetos
aislados separados del mundo exterior, derivada del pensamiento
cartesiano
(Capurro 1986, 1992). Información no es algo que se comunican
dos
cápsulas cognitivas en base a un sistema tecnológico,
sino
que todo sistema de información está destinado a
sustentar
la producción, recolección, organización,
interpretación,
almacenamiento, recuperación, diseminación,
transformación
y uso de conocimientos y debería ser concebido en el marco
un grupo social concreto y para áreas determinadas. Sólo
tiene sentido hablar de un conocimiento como informativo en
relación
a un presupuesto conocido y compartido con otros con respecto al cual
la
información puede tener el carácter de ser nueva y
relevante
para un grupo o para un individuo.
La
diferencia
entre mensaje
u oferta de sentido e información o selección de sentido
es, a mi modo de ver, la diferencia crucial de nuestra disciplina
entendida
así como teoría de los mensajes y no sólo como
teoría
de la información. Para decirlo en términos de la
teoría
de sistemas, se trata de la diferencia entre lo que el sociólogo
alemán Niklas Luhmann llama "mensaje ("Mitteilung") o
también
"oferta de sentido" ("Sinnangebot"), y la selección hecha por el
sistema en base a su estructura y sus intereses, un proceso que Luhmann
denomina con el término "información" ("Information") que
en alemán es en el lenguaje diario sinónimo a "dar
noticia"
("Mitteilung"). El sentido seleccionado por el sistema es
integrado
a través de un proceso de comprensión ("Verstehen") en
que
su estructura de este manera se autogenera así cognitivamente y
por supuesto también vitalmente. Luhmann llama
comunicación
a la unidad de estos tres momentos: oferta de sentido, selección
y comprensión (Luhmann 1987).
Se ve
aquí claramente
que la evaluación de un sistema de información no
está
basada meramente en el matching de un dato de entrada (input) con otro
dato previamente fijado, sino que dicho dato fijado es concebido como
una
oferta frente a la cual el usuario juega un rol eminentemente activo.
Dicha
actividad procede no sólo de su conciencia o de sus "modelos
mentales",
sino que sus conocimientos e intereses previos a la búsqueda
están
de entrada entrelazados en la red social y pragmática que los
sustentan.
El así llamado "estado cognitivo anómalo" es en realidad
un estado existencial anómalo. Vakkari es objeto de un
malentendido
cuando escribe que el concepto hermenéutico de
información
es idéntico al de pre-comprensión y por tanto inadecuado
para ser utilizado en nuestra disciplina (Vakkari 1996, Ørom
2000).
La
hermenéutica como
paradigma de la ciencia de la información postula justamente la
diferencia entre pre-comprensión, oferta de sentido y
selección
tomando como marco de referencia no la pre-comprensión de un
sujeto
o usuario aislado, sino la de una comunidad determinada así como
la de un campo específico de conocimiento y/o de acción
en
la que el usuario está ya implícita- o
explícitamente
insertado. En este sentido el paradigma hermenéutico está
cerca de la semiótica, así como del constructivismo y de
la cibernética de segundo orden. Como lo indica Ian Cornelius,
"cada bit de información es sólo
información si se
la entiende en el contexto cultural en el que está empaquetada
el
cual nos permite interpretarla" (Cornelius 1996, 19) (mi
traducción).
Mientras que
normalmente
se considera a la información como un elemento previo necesario
para la creación del conocimiento, siendo la tríada
datos,
información, conocimiento un locus comunis de muchas
teorías
(Bogliolo/de Azevedo 2003), Rainer Kuhlen ve la relación entre
información
y conocimiento al revés y lo formula así:
"Información
es conocimiento en acción" (1996, 34). En otras palabras, el
trabajo
informativo es un trabajo de contextuar o recontextuar practicamente al
conocimiento. El valor de la información, su plusvalía
con
respecto al mero conocimiento, consiste precisamente en la posibilidad
práctica de aplicar un conocimiento a una demanda concreta.
Así
considerado, el conocimiento es información potencial. No es
difícil
ver aquí la relación entre nuestra disciplina con el
trabajo
siempre difícil y riesgoso de interprertar sobre todo si este
trabajo
no se reduce al desciframiento de un texto oscuro sino si abarca todos
los problemas reales y no menos oscuros y "anómalos" del existir
humano.
Søren
Brier (1992,
1996, 1999) ha mostrado cómo la semiótica de Charles S.
Peirce
(1839-1914) conectada a la cibernética de segundo orden, lleva a
lo que Brier llama la "cybersemiotics", la cual considera a la
relación
entre signo, objeto e intérprete como dinámica y adapable
a diversos contextos. Esta relación triádica permite
también
integrar los aportes y metodologías de los paradigmas
físicos
y cognitivos abriéndolos a la dimensión social. En este
sentido
se puede decir que la "cybersemiotics" de Brier es una
hermenéutica
de segundo orden que amplía el concepto de interpretación
más allá del conocimiento humano relacionándolo a
todo tipo de procesos selectivos.
Al
mismo tiempo
se ve aquí
también cómo la discusión sobre el concepto de
información
que en el marco de nuestra disciplina se refiere a procesos cognitivos
humanos o a sus productos objetivizados en documentos, pone en
evidencia
una vez más los límites de todo paradigma o modelo, en
este
caso del paradigma social en el momento en que la relación entre
información y significado se vuelve problemática cuando
se
la quiere trasladar a sistemas no sociales. Es aquí cuando surge
la pregunta por una teoría unificada de la información
(Hofkirchner
1999). Dicha teoría debería entrecruzar o por así
decirlo enredar o tramar diversos conceptos de información
mostrando el complejo tejido del lenguaje común y de la
teorización
científica en torno a este concepto y a su relación con
la
realidad social y natural que lo posibilita (Capurro/Højrland
2003,
Capurro 2001a).
Conclusión:
Consecuencias prácticas de los paradigmas epistemológicos
A
menudo se
dice que las
discusiones filosóficas tienen pocas o ninguna consecuencias
prácticas.
Si bien es cierto que las teorías filosóficas no aspiran
a resolver inmediatamente ni problemas prácticos ni problemas
científicos,
ambos reposan nolens volens sobre una pre-comprensión de
sus objetos. El dualismo mismo entre teoría y praxis es producto
de un argumento implícito que le impide ver su misma falla. Esta
es una de las grandes lecciones de la discusión
epistemológica
del siglo XX. El análisis aquí expuesto deja ver,
más
allá de sus límites y simplificaciones, que los
presupuestos
epistemológicos implícitos o explícitos de nuestra
disciplina tienen consecuencias relevantes para el diseño de los
sistemas de información, para el uso de dichos sistemas y
para la investigación científica misma.
Como es
sabido
el concepto
de relevancia juega un rol preponderante en la ciencia y en la
práctica
de los procesos informativos. Los criterios clásicos de recall y
precision surgen como lo hemos visto dentro del marco del paradigma
físico,
dejando ver al mismo tiempo, ex negativo, la importancia del usuario,
considerado
individual o colectivamente como elemento clave con respecto al juicio
sobre la calidad de dichos sistemas. Pero es claro también que
tanto
el usuario como el sistema se relacionan a una colección
determinada,
como lo destaca el paradigma del "domain analysis". En otras palabras,
el concepto de relevancia tiene que ser considerado, como lo indica
Thomas
Froehlich (1994), en relación a tres procesos
hermenéuticos
que condicionan el diseño y el uso de todo sistema
informacional,
a saber:
1)
una
hermenéutica
de usuarios, capaces de interpretar sus necesidades con relación
a sí mismos, a intermediarios y al sistema,
2) una
hermenéutica
de la colección que sea capaz de fundamentar los procesos de
seleción
de documentos o textos y la forma cómo estos son indexados y
catalogados,
y
3) una
hermenéutica
del sistema intermediario, en la que tiene lugar el clásico
matching
al que se refiere el paradigma físico.
Este
análisis coincide
exactamente con mi tesis sobre una hermenéutica de la
información
científica de la que hablé al principio (Capurro 1986,
2000).
Todo proceso hermenéutico lleva a una explicitación y con
ello también a una selección. Como lo decíamos
anteriormente,
la diferencia en la que se basa la ciencia de la información
consiste
en el poder distinguir entre una oferta de sentido y un proceso de
selección
cuyo resultado implica la integración del sentido seleccionado
dentro
la precomprensión del sistema produciéndose así
una
nueva precomprensión. Es claro también que toda
explicitación
es en cierta manera una tipificación, ya que, como lo indica
Wittgenstein,
no existe un "lenguaje privado". Este es el fundamento
epistemológico
para la creación de estructuras de (pre-)selección o der
precomprensión objetivada, llamadas en sus orígenes
"diseminación
selectiva de información" ("selective dissemination of
information"
SDI) o también perfiles informacionales individuales o de grupo
que permiten al usuario reconocer su precomprensión en la
redundancia
y ver también lo nuevo y potencialmente relevante, es decir, la
información.
La
comunicación y
la información son, vistas así, nociones
antinómicas
(Bougnoux 1995, 1993). Pura comunicación significa pura
redundancia
y pura información es incomprensible. La ciencia de la
información
se ubica entre la utopía de un lenguaje universal y la locura de
un lenguaje privado. Su pregunta clave es: ¿información -
para quién? En un sociedad globalizada en la que aparentemente
todos
comunicamos todo con todos, esta pregunta deviene crucial. A la
globalización
sigue necesariamente la localización (ICIE 2004). Se ve
aquí también
claramente, como los planteamientos epistemológicos no pueden
ser
desligados de las preguntas éticas, y cómo ambas
perspectivas
se entrelazan en nudos ontológicos que giran hoy en torno a la
pregunta:
¿quiénes somos como sociedad(es) en el horizonte de la
red
digital? Es evidente también que dicha pregunta surge no
sólo
a raíz de un mero estado anómalo de conocimiento, sino de
un estado anómalo existencial que nos hemos acostumbrado a
llamar
la división digital. En otras palabras toda epistemología
está basada en una epistemopraxis.
En el
centro de
esta se encuentra
la sociedad humana entendida como sociedad de mensajes con su
estructuras
y centros de poder (Capurro 2003). Es claro que la red digital ha
provocado
una revolución no sólo mediática sino
también
epistémica con relación a la sociedad de los medios de
masa
del siglo XX. Pero es claro también que esta estructura que
permite
no sólo la distribución jerárquica o one-to-many
de los mensajes, sino también un modelo interactivo más
allá
de las tecnologías de intercambio de mensajes meramente
individual
como el teléfono, crea nuevos problemas sociales,
económicos,
técnicos, culturales y políticos, con los que
recién
nos hemos empezado a enfrentar teórica- y prácticamente.
Este es, a mi modo de ver, el gran desafío epistemológico
y epistemopráctico que la tecnología moderna presenta a
una
ciencia de la información que aspira a tomar conciencia, siempre
parcial, de sus presupuestos. Aldo Barreto señala la
dirección
en la que tenemos que avanzar con estas palabras:
"Assim
é
nossa crença que o destino final, o objetivo do travalho com a
informação
é promover o desenvolvimento do indivíduo de seu grupo e
da sociedade. Entendemos por desenvolvimento de uma forma ampla, como
un
acréscimo de bem estar, un novo estágio de qualidade de
convivência,
alcançado através da informação. A
ação
social maior é fazer a luz brilhar para cada ser humano
através
da informação como mediadora do conhecimento." (Barreto
2002)
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modificación: 25 de enero de 2017
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